La piel sensible es cada vez más habitual. Según los expertos, al igual que se han incrementado las alergias alimentarias, también ha habido un repunte de la hipersensibilidad en la piel. Una piel sensible e intolerante reacciona más que una piel normal, es decir, es hiperreactiva. Presenta una respuesta exacerbada frente a deteminados productos o situaciones, su umbral de sensibilidad está disminuido, y las terminaciones nerviosas a nivel de la piel son más sensibles. Todo ello da lugar a que tenga manifestaciones de diferentes tipos, como sensaciones de cosquilleo, calor (quemazón), hormigueo y picor (aunque esto es poco frecuente), rojeces, o descamación.
Hay muchos factores que pueden provocar su aparición o su agravamiento. Pueden ser externos, como el clima, radiaciones solares, contaminación, cosméticos inadecuados, toma de ciertos medicamentos, tratamientos estéticos, pero también internos: fatiga, estrés, alimentación desequilibrada, o ciertas patologías de la piel. Una piel con rosácea también es una piel sensible. Y aunque la sensiblidad también está relacionada con la piel atópica, no es lo mismo. Nuestro consejo es que ante cualquier reacción de tu piel, acudas a un dermatólogo para que haga un buen diagnóstico de tu problema.