La resequedad de la piel se produce cuando ésta pierde demasiada agua y lípidos (grasa). Como está mal nutrida, la piel no cumple eficazmente su función barrera. Esta barrera impermeable es una defensa de la piel ante las agresiones externas y previene la pérdida de agua.
A causa de esto puede manifestar diversos grados de molestias como aspereza, tirantez, descamación, descascarado o exfoliación de la piel, especialmente después del baño, picazón, o grietas en la piel que pueden sangrar.
Además de la incomodidad que provoca, la piel seca favorece la penetración de agentes irritantes o alérgenos, por lo que es muy importante rehidratarla. En primer lugar, hay que beber suficiente agua (1.5 a 2 lt. al día), y escoger productos de higiene personal que no sean agresivos para la piel, es decir, no detergentes, y productos que sean hidratantes / nutritivos.
La piel deshidratada en cambio, es un fenómeno que puede afectar a todos los tipos de piel en un momento u otro de la vida, es reversible y pasajero; se caracteriza por sensaciones de tirantez localizada y puntual, y se debe a una mala fijación y pérdida de agua. Hay un malestar a nivel cutáneo, se perciben asperezas y a veces descamaciones pero es sólo que a la piel le falta agua.