No es duda que el rostro es nuestra principal carta de presentación, y mucho más allá de la belleza física o facciones, es la apariencia saludable del mismo la que puede hablar maravillas. Por eso nos maquillamos, nos hacemos procedimientos o tratamientos faciales, etc.
Sin embargo, muchas veces olvidamos el paso más importante en cualquier rutina de cuidado facial, el paso que incluso es capaz de mantener nuestra piel saludable sin más esfuerzo: la limpieza. Cada vez que limpiamos el rostro retiramos las impurezas del maquillaje, la contaminación que se encuentra en el medio ambiente, y el sudor y grasa que la piel produce normalmente. De esta forma los poros respiran libremente pues no hay nada que los obstruya, dando a la piel un aspecto, textura y luminosidad saludables.
En las noches, mientras dormimos, las células reciben una mayor cantidad de oxígeno y los tejidos de la piel se regeneran mucho más rápido haciendo frente a las agresiones que ha sufrido durante el día. Por esta razón es importante preparar la piel cada noche, para que el ciclo de regeneración se cumpla adecuadamente, evitando el envejecimiento prematuro de la piel del rostro. Si llevamos maquillaje en el rostro, antes de proceder a la limpieza facial, es esencial desmaquillarse. Por la mañana también es recomendable realizar una limpieza facial para eliminar el exceso de grasa producida durante la noche, devolviéndose su luminosidad, y sobre todo su juventud, ya que ésta no es sólo una cuestión de edad sino de calidad de la piel. Una piel limpia recibe mejor cualquier producto cosmético y maquillaje. Existen dos rutinas de limpieza facial: